Revista del Banco de la República - Revista Banco de la República de mayo de 2012

La economía colombiana ha logrado grandes avances en lo que va corrido del siglo XXI. La tasa de inversión en capital físico se ha duplicado con creces, la extranjera directa (IED) se ha multiplicado por seis y la de los colombianos en el exterior, que en 2000 era casi insignificante, un decenio después superó los US$6.000 millones (m). Las exportaciones e importaciones han crecido de manera acelerada a partir de 2003 y el coeficiente de apertura, medido como la suma de las exportaciones e importaciones como proporción del producto interno bruto (PIB), ha subido más de 5 puntos porcentuales (pp).

En otras palabras, Colombia es un país que está invirtiendo e insertándose rápidamente en la economía internacional, tanto con el comercio como con la inversión. Ello ha contribuido a impulsar el crecimiento económico, la generación de empleo y ha ayudado a reducir los niveles de pobreza. Entre 2002 y 2011 el crecimiento del PIB per cápita anual promedio fue aproximadamente de 3,2%, cifra superior a la observada en las décadas de los ochenta y noventa, y similar a la de los años setenta. Asimismo, la tasa de desempleo, que comenzó la década pasada en casi 20%, terminó 2011 en 10%, y los niveles de pobreza también han caído en años recientes. Estos son, sin duda, logros significativos, producto de acciones de política y de aprovechar las condiciones externas favorables.

La mayor integración de Colombia en la economía mundial no solo es fuente de mayor crecimiento del producto y el empleo, también implica mayor volatilidad. Los precios internacionales de las exportaciones no son estables. Las elasticidades de corto plazo de la oferta y la demanda de los bienes básicos son bajas, con lo cual cambios en cualquiera de estas variables generan fuertes fluctuaciones en sus precios. Lo mismo ocurre con los flujos de capital, que entran a los países en grandes cantidades y posteriormente salen, en algunas oportunidades, de manera súbita. El desempeño mundial depende cada vez más del comportamiento de las economías emergentes, las cuales, con excepción de lo ocurrido en años recientes, son más volátiles.

La inestabilidad de las variables externas afecta directamente el ingreso nacional, las exportaciones y las importaciones, las cuentas fiscales y la disponibilidad y el costo del endeudamiento externo e, indirectamente, el gasto agregado, el PIB, el empleo, la tasa de interés y la tasa de cambio. Dicha volatilidad podría reducirse, o incluso eliminarse, cerrando la economía al resto del mundo; sin embargo, se perderían los enormes beneficios derivados de la inserción en la economía mundial, por lo cual esta no sería una opción responsable. Después de la Segunda Guerra Mundial todos los países que han logrado salir de la pobreza, o que lo están haciendo de manera acelerada, se han integrado en la economía mundial.

Lo que se necesita es diseñar un marco de políticas macro y microeconómicas, las cuales faciliten el acople de la economía a los cambios de las condiciones externas. Como se expondrá, el país ha hecho enormes avances en el campo macroeconómico y cuenta con un marco de políticas que ha permitido reducir significativamente la volatilidad del producto y la vulnerabilidad externa. Recordemos que, por ejemplo, de las economías grandes de la región, Colombia fue la que mejor respondió a los retos impuestos por la reciente crisis internacional, a pesar de haber recibido un choque externo negativo en 2009 debido al cierre del comercio con Venezuela. En este marco la flexibilidad cambiaria desempeña un papel fundamental.