Huila, IV trimestre de 2002

Autor o Editor
Edgar M. Obando, Hernando Buendía, Pablo E. Perea, Juan M. Avellaneda, Gustavo A. Hernández, María Y. Almario

“El trabajo independiente antes era una opción y ahora una imposición” 

 

El trabajo independiente está de moda. Son muchos los que cansados de no pasar más tiempo con sus familias, o por el galopante desempleo o por ganar más, o porque simplemente dijeron “no más”, se impusieron el reto de convertirse en sus propios jefes. Las cifras de ese ‘salto al vacío’ son elocuentes. Según la encuesta Nacional de Hogares del DANE, mientras que en 1991 los trabajadores independientes representaban el 25.3% de la población trabajadora, en el 2000 la cifra llegó al 33.6%. 

 

En las empresas hay que cumplir horarios, ponerse una corbata, acatar las órdenes de un jefe que no siempre es el más idóneo. Los individuos desean autonomía e independencia. 


La ley de pensiones obliga al trabajador independiente a cotizar en pensiones, salud, riesgos profesionales y cajas de compensación. Si no cotiza, el contratista no le paga. 


Trabajar por cuenta propia, y en eso coinciden los sicólogos, es tal vez más complejo y exigente que hacerlo como dependiente de una empresa. Hay que tener autonomía para elegir las metas, constancia para alcanzarlas y una alta dosis de tolerancia a las mil y una frustraciones que se presentan. 

 

Estas nuevas formas de trabajo cambian los modelos de relación, de interacción, del ejercicio del poder; implican unas competencias distintas, controles de gestión diferentes. 

 

Los Colombianos tenemos que pensar en que cada uno es su propia empresa, desarrollar esa propia empresa y redefinir el concepto empleo y más bien pensar en trabajo. 

 

Lanzarse al ruedo de la independencia laboral tiene sus ventajas: autonomía, mayor flexibilidad en el manejo del tiempo, trabajar en casa junto con la familia y, muchas veces, ganar más dinero. Para las empresas representa un sustancial ahorro y mayor calidad en el producto que reciben. ¿Lo anima la idea?